Hermanxs mayores

By Ángela - julio 12, 2017

Llevo un tiempo dándole vueltas a la idea de lxs hermanxs mayores. Tengo la suerte de tener una hermana mayor, nos llevamos tres años y medio exactamente. Hubo momentos en los que no me parecía tan divertido contar con otro igual en casa, pero en general, recuerdo mi infancia con ella de manera positiva. 

Es ahora, en la edad adulta y, especialmente, desde que soy bimadre, cuando me doy cuenta de lo que significa tener una hermana mayor. Cuando veo a mi hijo pequeño mirar a su hermano mayor con absoluta devoción, mirarle con los ojos iluminados, sonreírle a cada mirada cómplice, tocarle cada vez que tiene oportunidad, observar detenidamente cómo elabora juegos... Y entonces, me acuerdo que yo también fui pequeña y mi hermana también y yo la miraría del mismo modo. 


Empiezo a ser verdaderamente consciente del regalo que me hicieron mis padres dándome una hermana, porque cuando era pequeña no entendía muy bien cuando alguien que no tenía hermanxs me decía que yo tenía mucha suerte. 

¿Suerte? Para mi no era una suerte tener que compartir la atención de mis padres, los juguetes, los espacios (habitación, sofá...), heredar la ropa, etc. La mayoría de las veces este "compartir" era más bien una lucha cuerpo a cuerpo (literal) y acabábamos como si hubiésemos caído en una zarza. Pero toda esta esta experiencia de tener que compartir por obligación te va dando un bagaje, te permite relacionarte en el exterior con otrxs iguales entendiendo que no somos los únicos, que a veces se gana y a veces se pierde, etc. Y también te deja recuerdos imborrables que te vendrán a la cabeza cuando eres mayor y te harán reír hasta las lágrimas casi. Y es que, cuando tu hermana te propone meterte en el carrito de la compra y pasearte por toda la casa, no te puedes resistir, o cuando te invita a esconderte y aunque tu madre esté desesperada buscándote, tienes que mantenerte firme y no salir, o cuando te propone hacer un "mercadillo" con toda la ropa del armario y lanzarla por los aires, o cuando en vez de comernos el yogurt nos poníamos una mascarilla... Son tantos y tantos recuerdos buenos que hacen que cualquier recuerdo menos agradable sea relativo.

Ahora en la edad adulta, veo a mi hermana como una confidente, alguien muy especial, como una mejor amiga pero que te conoce realmente y a tus padres, que entiende tus circunstancias, que me seca las lágrimas siempre que lo necesito y me hace reír cuando más falta me hace. Ella me ayuda a relativizar, a ordenar mis prioridades según mis creencias y me aporta toda su sabiduría como madre, todo desde el respeto más profundo y un gran amor.


Sólo puedo dar las gracias a mis padres por haberme dado una hermana y a ella por tanto.¡ Gracias Kika!

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