Hoy termina la Semana Mundial del Parto Respetado y quería compartir aquí el relato de mi segundo parto y el nacimiento de Gael, aunque quizás lo hayáis leído porque hace poco más de un año lo compartí en el blog de Mamá Hipogaláctika. Aunque es un poco largo, espero que os ayude a todas aquellas mujeres que estáis embarazadas a saber que sí se puede, que podemos tener un parto precioso.
Hoy hace exactamente 84 días que
llegaste a nuestras vidas y es que desde tu llegada vivo el presente, ese
precioso instante único e irrepetible que sé no volverá más.
Tu
llegada a este mundo fue tranquila, íntima y muy emotiva. Después de un
embarazo lleno de altibajos emocionales por mi parte, tu llegada nos llenó de
luz y de amor. Cuánto nos has enseñado en tan poco tiempo…
La primera gran
lección fue que puedo confiar en mi cuerpo porque es la máquina mejor diseñada.
En el embarazo mi cuerpo me mandaba señales inequívocas de que estaba embaraza,
pero mi cerebro me decía que aquel test había dado negativo. A pesar de todo,
yo me acariciaba mi vientre y notaba como mi útero iba ensanchando mientras se
llenaba de vida. Vivimos unas vacaciones inolvidables en Portugal, y fue un día
allí cuando dejé de creer en un trozo de plástico y escuché los mensajes de mi
cuerpo. A nuestra llegada a Madrid, me repetí el test, y ahí estaba esa rayita
marcada con gran intensidad. A
partir de ahí, vino la segunda gran lección, todos tenemos una fortaleza
interior increíble, sólo hay que verla y tú nos hiciste de espejo. Nos diste
una fuerza increíble para que papá y yo llegásemos a nuestra esencia y a saber
qué queríamos de verdad con nuestras vidas. Y así, empezamos con el síndrome
del nido, pero esta vez no era buscar una cuna (¿para qué?) no, era vender
nuestra casa para poder volver dentro de poco a la tierra que nos vio nacer,
era firmar un papel para que nuestra relación tuviese validez ante el estado.
La
segunda gran lección vino después, y fue que teníamos que abrazar a nuestro
niño y a nuestra niña interior para poder daros a tu hermano y a ti lo mejor.
La tercera gran lección, fue que si confiábamos en la vida, nos traería aquello
que necesitábamos. Y así fue.
La cuarta gran lección, es que con personas que
te quieren a tu alrededor nada puede salir mal. Desde entonces, han ido
llegando a nuestra vida o tomando más fuerza aquellas personas que de verdad
nos quieren y ha sido maravilloso.
La quinta gran lección es que el amor es el
motor del mundo, y por amor a un hijo somos capaces de todo.
Con
todas estas lecciones, fuimos preparando tu llegada al mundo. Decidimos que
sería en el calor de nuestra casa, rodeado de dos matronas maravillosas y una
doula excepcional.
Fueron pasando las semanas y en la semana 37 empezamos a ir
preparando todo para cuando decidieses llegar. La visita de Anabel, Sara y Paca
cada semana nos llenaban de tranquilidad. La visita de los abuelos y los tíos y
primos me llenaron de ese calorcito que tanto necesitaba para afrontar el parto
con serenidad. Las quedadas con Raquel, Rober y Adrián nos hicieron más ameno
el tiempo que pasaba.
El
día 5 de enero me desperté y tenía alguna contracción cada hora y media más o
menos. Habíamos quedado para comer con Raquel y su familia, para ver la
cabalgata y comer roscón de reyes. Esa mañana me salía todo del revés y ahora sé que es porque mi consciencia
estaba en ti, en tu llegada.
Comimos juntos y fuimos a ver la cabalgata del
barrio, a comprar las dos cosas que necesitaba para el parto y nos hicimos las
últimas fotos. De vuelta a casa seguía con una contracción más o menos cada
hora. Hacia las 8 de la tarde, me dio una más intensa y decidí que era hora de
volver a casa. Me puse en la pelota de Pilates y cogí el saco de semillas.
Seguía pensando que teníamos mucha suerte de contar con tanta gente que nos
quería alrededor. Disfrutamos del roscón de reyes y Raquel y su familia se
fueron. Quedamos en avisarles si empezaba el parto por si hacía falta que se
quedasen con tu hermano, que además, estaba con fiebre.
Esa
noche papá me preparó un baño relajante con sal para aliviar la retención de
líquidos, y al quitar el tapón de la bañera, supe que quedaba poco tiempo para
ser dos en un mismo cuerpo. Y así te lo hice saber, te dije que estaba
preparada para tu llegada, para acompañarte en el camino hasta este mundo.
Las
contracciones seguían viniendo, pero eran muy irregulares. Papá me decía que le
recordaba al otro parto.
De repente, se me descompuso el estómago, no me
apetecía nada comer. Entonces, empecé a pensar que, igual y al día siguiente
nacías. Decidimos darnos los regalos de reyes papá y yo por si acaso y
preparamos las cosas para tu hermano. Estuve un rato en el sofá y llamamos a
Sara. Le contamos que tenía contracciones muy irregulares e indoloras y que me
iba a la cama a descansar. Al poco rato nos escribió Gaby, el fotógrafo y
segunda doula ;), para preguntar qué tal iba todo. Le dije que me iba a la cama y
quedamos en avisarle si el parto comenzaba.
Me metí en la cama sobre las 11:45 de la noche y en la primera
contracción que me vino me levanté. Me fui al sofá a apoyarme contra el
respaldo, allí estuve mucho rato. Las contracciones eran muy espaciadas y
suaves. Papá estaba a mi lado, acompañándome. Te leímos el cuento de “El mundo
al que vienes” y te dijimos que estábamos listos para recibirte y con muchas
ganas de conocerte.
De repente, caí en la cuenta de que la ropita que teníamos pensado ponerte, no estaba lavada, ya que los abuelos te la habían regalado hacía apenas dos días. Y ahí estaba papá, cortando las etiquetas del body y pijama y poniendo una lavadora con tu ropa, mientras preparaba una infusión de cola de caballo y tomillo, cortaba judías que había comprado esa mañana en el mercado y me acariciaba mientras yo me dejaba llevar por esas olas. Me imaginaba en el mar, adentrándome más cuando era algo más intensa la ola, pero sabiendo que pronto volvería a la orilla. Yo le insistía en que se fuese a dormir y me dijo que se iba a la cama a descansar, que para cualquier cosa le avisara.
A
las 1:00 noté una contracción como “de hueso” más intensa, y avisé a papá para
que llamase a las chicas. Inmediatamente se levantó y vino a verme. Me dijo que
ya las había avisado. Le dije que me iba a la ducha y preparó el baño. Encendió
unas velas y puso la toalla a calentar. Al poco rato de estar en la ducha le
pedí la pelota de Pilates y la metí dentro. Sentí alivio de poder sentarme,
pero me apetecía sumergirme, así que le dije que le pidiese a las chicas que
subiesen la piscina de partos.
Papá se fue al lavadero a poner la secadora. En
ese momento me vino una contracción más intensa y papá vino corriendo al
escucharme gritar un poco. Le dije que estaba bien, pero que las contracciones
eran cada vez más seguidas y alguna más intensa. Decidí salirme porque no me
apetecía estar más en la ducha. Necesitaba moverme y el estar pendiente del
grifo no me gustaba en ese momento. Papá me envolvió en la toalla calentita.
Justo en ese momento Unay lloró y papá fue a acompañarle.
En ese instante, noté
como un líquido tibio recorría mis piernas. ¡Se había roto la bolsa! Enseguida
miré el líquido y observé que era claro y que no había nada de sangre. A
continuación sentí varias contracciones muy placenteras. Me sorprendió
experimentar esa sensación tan agradable y deseé que fuese así hasta el final.
Papá vino enseguida y yo ya sabía que estabas a punto de nacer y sólo venía a
mi mente cómo me iba a ir a tumbarme contigo enganchado a la placenta. Además,
el suelo del baño es frío y en ese baño no cabíamos todos (papá y las chicas).
Pedí a papá que preparase el sofá. Una vez que estuvo listo, me acompañó hasta
el salón.
Me
puse en cuadrupedia y noté cómo ibas descendiendo dentro mío, sabía que tu
llegada era inminente y le dije a papá que notaba tu cabeza. Él avisó a las
chicas de que te notábamos ya muy cerca, eran las 1:43.
Miré a papá:
-"¿Tienes miedo?"- le dije,
- "No", contestó.
Empecé a reír. Vino una
contracción más de hueso, notaba como descendías, me incorporé y me apoyé en
mis rodillas, y noté cómo salía tu cabeza. Ahí estaban las manos de papá para
recibirte en este mundo,¿quién mejor que él para hacerlo?
Papá me decía que
empujase, y así lo hice, pero enseguida noté dolor y pensé que era una
necesidad de él, estaba nervioso al ver tu cabeza, pero yo no necesitaba
empujar en ese momento.
Volví a apoyar mis manos y noté como girabas tu cabeza.
Qué sensación tan extraña, te sentía dentro y fuera mío a la vez…En la
siguiente contracción volví a incorporarme y noté cómo tus hombros salían, fue
muy agradable. Volví a apoyarme y al momento, sentí otra contracción y
finalmente, terminó de salir tu cuerpo.
Papá gritaba emocionado mientras te
sostenía: "¡Es un niño, un niño precioso!".
Me dijo que me tumbase
bocarriba y te puso sobre mi vientre. Al cogerte, noté tu primera exhalación y
fue increíble.
Eran las 1:45 del día 6 de enero. Papá trajo la toalla que
teníamos preparada y te tapó. Vino a mi lado y me repetía que no se lo podía
creer, estaba realmente emocionado, eclipsado. Yo estaba emocionada, feliz,
inmensamente feliz y muy tranquila.
Le pedí que trajese otra toalla para
ponerla encima de la otra y apareció con la manta que Raquel y Rober nos habían
regalado horas antes para ti. Le dije que necesitábamos una toalla, y es que él
estaba en una nube y ya no sabía muy bien qué le había pedido.
Papá, cómo sabía
que unos de los motivos de traslado era que la placenta no se desprendiese, me
dijo que tenía la mitad ya fuera, que estuviese tranquila.
A las 1:46 llamaron
las chicas a papá al teléfono avisando de que estaban abajo y les dijo muy
feliz que ya habías nacido. Llegaron a casa y nos recibieron con un abrazo
cálido. Anabel con su mirada tranquila pero observando que todo estuviese bien,
y Paca con ese cariño de las manos que cuidan, arropándome. Cuando salió la
placenta, pedí tocar el cordón y la placenta y verla. El cordón era como papá
me lo había descrito (“un macarrón enorme”) y la placenta de un rojo intenso
precioso. Fue papá quién cortó el cordón y fui muy consciente de que acababa
una etapa que había disfrutado mucho, en la que teníamos una conexión especial
pero sabía que empezaba una maravillosa vida fuera juntos.
Poco a poco, empezaste a reptar hasta mi pecho. ¡Era increíble ver cómo lo ibas consiguiendo! Llegaste a mi pezón izquierdo y, tras varios cabeceos, te enganchaste a mi pecho y succionaste con fuerza, mientras la leche iba bajando por mi pecho. Qué agradable fue vivir esa sensación, ese instante en el que volvíamos a ser dos cuerpos unidos.
Papá recordó que me
gustaba la idea de hacer una estampación de la placenta y Paca la hizo. Es uno
de los dibujos más bonitos que nunca he visto.
Después
de unas horas, nos fuimos a la cama papá, tú y yo, mientras las chicas
terminaban de recoger sus cosas para marcharse. Empezaba una vida nueva siendo
cuatro.
La
última gran lección que nos diste ese día fue que nada en esta vida es
casualidad. Habías decidido nacer la noche de reyes, esa donde todo el mundo
espera con ilusión para recibir sus regalos. Y es que durante todo el embarazo
yo no paraba de repetir que eras un regalo que la vida nos había traído y,
justo llegaste en la noche más especial del año para enseñarnos que la magia
existe.
Gracias
Gael por habernos elegido como padres, por tu paciencia, por tu sabiduría.
Gracias a papá por ser nuestro sostén, por contenerme en los momentos difíciles
a pesar de que no estaba en su mejor momento.
Gracias a mi hijo Unay por todo
lo que nos ha regalado.
Gracias a mis padres que me dieron la vida.
Gracias a mi
alma gemela y a su familia por su apoyo, cariño y por estar ahí cuando más lo
hemos necesitado.
Anabel, Sara y Paca por vuestras sonrisas, cariño y
dedicación.
Gracias a Gaby por tus palabras y tu generosidad.
A todas y todos
os llevamos en el corazón.